Los últimos días la realidad ha sido cambiante. Ahora la policía antimotines se observa en residenciales de la parte suburbana de la capital Managua, bien equipados y entrenados para desalojar multitudes.
Un cambio sustancial es que la dictadura parapolicial en abril, se ensañó contra las personas del vecindario. Cuando habló de “golpe de Estado”. Se esperaba ver presos a coroneles y generales, pero que va, eran chavalos del barrio de la calle de tierra en lo rural y en lo urbano de familias del pueblo. En estos últimos tres años, la dictadura no había tocado a un rico, a uno de “la oligarquía pro norteamericana”, como dice el lenguaje oficialista.
Permanecen unos 120 líderes populares a nivel nacional, de lo urbano y lo rural, casa por cárcel arbitrariamente, con agentes zopilotes y policías con armas de guerra para que no salgas a sus actividades organizativas. En el caso de Cristiana Chamorro es mediante cédula del Ministerio Público, apuntaron a lo penal. Está por verse si llegan a la etapa de judicialización, a como hicieron con los protagonistas de abril 2018.
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Patrón de coerción
El patrón de represión es el mismo, la diferencia ahora es que está dirigido a un sector social que no está embebido del espíritu de abril. Es un joven liderazgo con experiencia de familia entre el martirio y la heroicidad, creíbles y bien intencionados, sin vida partidaria, ni movilizaciones de protesta alguna.
La coerción del gobierno escaló a salto y no se va a detener porque es la única forma de mantenerse en el poder, mediante el uso de la violencia y el irracionalismo, los dos juntos.
Esta coerción continuará y en un futuro veremos judicializar al liderazgo de los partidos políticos legalmente constituidos. Participantes en la contienda electoral, si se atreven a oponerse intransigentemente a los dictámenes del dictador y sus salvajes seguidores.
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El gobierno en su estado de negación. Va a continuar con el atropello del marco constitucional para suspender los derechos políticos y las libertades públicas de los nicaragüenses en todas direcciones. Hasta desembocar en el fascismo que es producto de la democracia, la otra cara de la moneda.