Nadie olvida esta agresión: la capilla de la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua ardió en llamas. Dentro, más de 300 años de historia y la fe de un pueblo se hacía cenizas, brasas y hierro torcido.
Las secuelas de aquella acción de odio está intacta y en el mismo lugar donde los atacantes infames, quisieron dejar el mensaje de horror. Era el 31 de julio de 2020.

Lo ocurrido en la iglesia Divina Misericordia de León, revive la atrocidad. La fe católica, vuelve a sufrir otro atentado calificado de terrorista. Otra imagen, esta vez la de la madre de Jesús, se quema parcialmente igual que la del hijo crucificado.
“Vivimos lo que antes no, ni la dictadura sangrienta de los Somoza llegó a tales cosas, pero así como es la ofensa, así será la justicia”, dice don Marcelo, un viudo católico de 70 años de la ciudad universitaria.
Para no olvidar la infamia
En la parroquia leonesa, además fue incendiado el altar principal, resultando dañadas la imagen de la Virgen de Concepción, el Nacimiento del templo, el sistema eléctrico y todo el sistema de sonido.
En el caso de la imagen de la Sangre de Cristo, tras el atentado, los feligreses donaron más de 800 mil córdobas y 113 mil dólares para restaurar la imagen, sin embargo, las autoridades de la iglesia Católica decidieron dejarla así como un recordatorio de la infamia que causa el fanatismo por el poder.
La imagen de la Sangre de Cristo había cumplido 385 años de haber llegado a Managua, procedente de Guatemala el 4 de julio de 1638.
En 1996, la imagen fue venerada por el papa Juan Pablo II, durante la segunda visita que hizo a Nicaragua. Su santidad, realizó una oración de rodillas frente a la imagen arruinada por el odio de quienes ofenden la fe por mantenerse en el poder a la fuerza.
