Pedro Zeledón vive por estos días un dilema: salir con su familia y dejar su casa sola a merced de gente que aprovecha esta temporada para entrar a robar o renunciar al viaje y sacrificar la posibilidad de sortear el calor y pasar unas horas en familia en algún balneario del país.
Zeledón, de 58 años, vive en el barrio Hialeah de Managua y en su casa habita junto a siete integrantes más. Ha pensado en la posibilidad de pagar los servicios de un cuidador, pero sabe que eso aumentará el presupuesto que había apartado para salir a veranear en estas vacaciones de Semana Santa.

“Es un problema eso de la seguridad, la verdad”, dice Zeledón que incluso, espera por estos días, la llegada de un hermano, de su cuñada y sus sobrinos que llegan provenientes de Chicago, Estados Unidos. “Hemos armado la pelota para ir a San Juan del Sur y a Ometepe, pero estoy preocupado por la casa, no me atrevo a dejarla sola, porque vea amigo, hoy no hay casa segura para ningún malandro”, comenta el capitalino para este reporte.

La preocupación de don Pedro tiene sustento. En 2021, la Policía del régimen reportó en sus estadísticas anuales al menos 1,588 casos de robos solamente en Managua, de un total de 3,740 denunciados ese año a nivel nacional. La preocupación aumenta, si se añade que las autoridades sólo alcanzaron a resolver 1,859 de los casos del total de robos registrados ese año, ni la mitad.


“El problema también es que si llegan a agarrar a esos ladrones, los dejan sueltos meses después con los indultos (de Daniel Ortega) y entonces, ni recuperaste lo robado, ni hay un castigo ejemplar para los malandrines. La verdad estamos fregados y ́mi viaje se hace agua ́”, dice en buen nicaragüense.

 

Pensar en seguridad primero
Doña Venecia Rocha es otra ciudadana que pasa por el mismo dilema. No sabe qué hacer para veranear en esta Semana Santa y estar tranquila junto a su hermano quien también vive en Estados Unidos y le ha dicho que quiere venir al país en esta semana. “Tenemos casi 20 años que no nos vemos y claro que quiere ir a una playa, para sofocar el calor del verano”, relata Rocha.

Rocha tiene 47 años y su hermano, Victoriano, que es mayor que ella, nunca la desamparó. Siempre le mandaba dinero para que ella no pasara necesidades. “El se ha sacrificado mucho y yo he trabajado también para tener mis cositas, me daría lástima que un zángano se metiera a robarnos a la casa”, expresa.

Doña Venecia dejó su natal San Rafael del Norte, Jinotega, algunos meses después que su hermano emigró. LLegó a Managua y renta desde hace tiempo en el populoso barrio Ducualí al sureste de la capital, y Victoriano, ha vivido los últimos 15 años en Corpus Christi, Texas. “Él viene feliz y yo estoy feliz de recibirlo. Es la primera vez después de tantos años, debe ser una buena visita, un reencuentro familiar especial”, comenta.

“Nos quiere llevar a Montelimar a mí y a mis dos hijos –agrega doña Venecia– Yo pedí vacaciones en mi trabajo porque él llega este miércoles, el problema es ¿Con quién voy a dejar la casa? Es una casa pequeña con dos cuartos, es cómoda y segura, pero no puedo confiarme (porque) la robadera está horrorosa”, señala. “Ya mi hermano me dijo que buscaremos un vigilante, así estamos aquí, fregados”, se queja.

Más delincuencia en el país
Según reportes oficiales, en Semana Santa del 2023, Nicaragua contabilizó la asistencia de más de 3 millones de veraneantes entre nacionales y extranjeros. Por su lado, la Policía dijo que desplegó más de 17 mil oficiales en todo el territorio para garantizar la seguridad, pero lo que informó al finalizar la semana sobre el resultado de sus planes, fue muy precario.

Se limitó a comunicar la cantidad de denuncias que recibieron en los siete días de esa Semana Mayor.
No obstante, una encuesta de la firma investigadora CID Gallup, reveló que entre los últimos meses de 2022 y los primeros de 2023, Nicaragua se colocó en el primer país a nivel centroamericano con los índices más altos en robos o asaltos.

En enero de 2023, 4 de cada 10 hogares nicaragüenses (un 40%) confirmaron a la encuestadora costarricense, que fueron víctimas de robo o asalto en los últimos cuatro meses de ese periodo.

En Nicaragua, si bien el año anterior se reportó una discreta mejoría en los índices económicos, “esto no parece haber tenido un alivio directo sobre la población que experimenta pobreza y un aumento significativo del costo de la vida, dos factores que inciden sobre la criminalidad”, señaló CID Gallup.

Institución desobligada y la delincuencia feliz
Para un exfuncionario público de la ciudad de Masaya, quien pidió hablar bajo anonimato, los altos índices de delincuencia en Nicaragua reportados por las firmas investigadoras que monitorean ese comportamiento social, son consecuencia de una Policía deficiente, que descuida su razón de ser en el país por obedecer lineamientos políticos.

Señala que el desinterés de la Policía por no resolver los casos que la gente denuncia y omitir su responsabilidad en la seguridad ciudadana, es un factor de desánimo y frustración en una población que le ha perdido respeto y confianza, algo que se había ganado en años de mucho trabajo, hasta que Daniel Ortega volvió al poder en 2007 y la corrompió.

“Es lamentable que cumplan más directrices políticas, que lo que dice la Ley. Ahí falta de voluntad, porque así como pueden encarcelar a un opositor por mal información de sus agentes en barrios, también pueden hacerlo con los delincuentes. Además que hoy, en varias partes de las ciudades hay cámaras y bien puede servir para monitorear y asediar a la delincuencia que acecha a los ciudadanos”, recomienda el exfuncionario.

A los nicaragüenses les preocupa el crecimiento de la inseguridad en las calles. “Ahora hay pocos lugares seguros, las entradas y salidas de barrios, los caminos rurales, las paradas de buses, los mismo buses son inseguros. ¿Cuánto han influido los indultos del gobierno? Mucho, porque son gente que las liberan aunque no se hayan rehabilitado y vuelven a reincidir”, dice el político.

Hasta el año pasado, según información de las mismas instituciones del Estado, la cantidad de indultos a presos comunes como parte del beneficio del “régimen de convivencia familiar” en Nicaragua, casi alcanzaron los 8 mil liberados en 2023. “Eso explica todo”, dice el exfuncionario. “En el caso de Masaya se ha perdido la

paz, la tranquilidad, la seguridad. Andar en las calles al caer la tarde es un riesgo y eso pasa en todo el país” se lamenta.

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